Hacía tiempo que quería hablaros del Restaurante Casa Braulio, conocido hasta hace bien poco, por Bodegón Los Arcos.
Como bien sabéis, en mi pueblo hay un nutrido grupo de tradicionales bodegones a lo largo de toda la travesía urbana y éste es uno a los que suelo acudir cuando quiero comer bien, con productos de calidad y con precios acordes a la materia prima que trabajan.
El marisco cocido en su punto exacto, la carne vuelta y vuelta con un sabor y textura inigualables, las ensaladas exquisitas, con ingredientes de máxima calidad y si todo esto lo riegas con alguno de los vinos que poseen en su extensa carta obtienes un almuerzo o una cena irrepetible.
El local, como ya viene siendo habitual en los bodegones similares de Bollullos Par del Condado, está regentado por la segunda generación de restauradores de la familia. Alejandro en las brasas y su madre Cristina en la cocina forman un tandem perfecto para prestar una atención de calidad y una comida no menos exquisita. El primero dejando la carne en su punto y ella haciendo una cocina cada vez más tradicional a la vez que elaborada.
Por si todo esto fuera poco, cuentan con unos camareros atentos en todo momento a que no te falte de nada en la mesa, cambiando platos y cubiertos en cuanto cambias de tercio en la comida. Descatar en este aspecto al amigo Jose, de la Palma del Condado, que hace que tu visita sea aún más amena y agradable. Con esto quiero deciros que no es solo la calidad de los platos lo que os llamará la atención sino también la de su esmerado servicio tanto en barra como en mesa.
El local ha sido reformado hará como un año y la verdad es que ha conseguido una decoración más funcional pero sin perder su esencia de bodegón. Este cambio también ha venido en paralelo a su denominación, pasando de llamarse Bodegón Los Arcos a Restaurante Casa Braulio, en referencia a su fundador, Braulio Carrasco, que en la década de los 80 inició el negocio hasta llegar a convertirse en lo que es hoy, todo un referente de la gastronomía onubense.
Este domingo pasado fuimos dos parejas con idea de probar un poco de todo y de pasar un rato agradable. Comenzamos por pedir unas gambas blancas que en este restaurante posiblemente sean la ración estrella. Soy una apasionada de la gamba y siempre que voy es de obligado cumplimiento pedir un plato de categoría extra. Junto con el marisco pedimos unos tomates de la variedad Tumaco con cebollitas frescas y aguacate que, al margen de su exquisita presentación, tenían un sabor fuerte y contundente pues venían regados con un excelente vinagre del Condado de Huelva y un buen aceite de oliva virgen. En mi caso decidí acompañar estos platos con un vermout Manelli de Bodegas Iglesias. El resto de comensales pidieron cerveza y vino.
Seguidamente, tras llegar a un concenso decidimos pedir una ensalada de brócoli con salsa de yogurt y frutos secos, unos champiñones rellenos de queso y un tarantelo de atún que, nada más entrar por la puerta, vimos en la vitrina donde acompañaba a salmonetes y calamares de potera. Antes de sentarnos en la mesa ya habíamos decidido pedirlo y que bien que lo hicimos: estaba sencillamente espectacular.
Tras estos entrantes pasamos a algo más contundente y nos decantamos por la carne. La ternera en este sitio es exquisita por lo que nos pedimos unos medallones en su punto y un poco de presa ibérica, ambas servidas como a mi me gustan, con unas exquisitas patatas fritas del tiempo, crujientes y sabrosas.
Añadir que estas carnes fueron regadas con un vino que tiene una calidad/precio inmejorable. Me refiero a “Habla del Silencio” de Bodegas Habla, un vino extremeño con unos aromas y sabores muy potenciados que son una delicia para maridar con carnes rojas e ibéricas.
Finalmente decidimos no pedir postre pues estábamos bastante saciados y la tarde se prestaba a tomar un café en alguna de las terrazas que hay en el pueblo. Aún así os aconsejo pedirlo para culminar vuestra velada pues están a la altura del resto de platos.
Por último, pedimos la cuenta y el camarero nos obsequió con unos chupitos de Amarguinha, bebida típica portuguesa elaborada a base de almendras amargas, y un licor de hiervas.
En fin, que mas puedo contaros después de todo esto… no es un sitio barato pero pagas justo la calidad que consumes. El material es de primera y el servicio 5 estrellas. Tanto el marisco como el pescado está siempre fresco y la carne en su punto de maduración y de elaboración. Para mi es de esos sitios que me gusta frecuentar cada cierto tiempo y en los que me gusta repetir. Probadlo y ya me contaréis que tal la experiencia. Seguro que salís encantados.
Para concluir la jornada acabamos en el Plan B, una cafetería cercana con una terraza espectacular. El café está bueno, los dulces aún mejores e incluso tienen churros o calentitos, como nos gusta llamarlos en Bollullos. Ultimamente han traído unos helados artesanales que están de miedo. Tienen una base helada y los preparan con los ingredientes adicionales que tu quieras: crocanti, chocolate, sirope… El sabor es muy especial, diferente, intenso y os dejará con ganas de probar otras variedades. Cuidado que tienen calorías de sobra.