En un viaje reciente intentamos almorzar en la playa de Salobreña pero estaba todo lleno y con reservas completas. Al pasar por delante de este establecimiento nos impresionó su decoración exterior a base de gresite azules y celestes evocando el mar. Su interior no era menos bonito con una cuidada mesa y unas instalaciones confortables, así que como hacía calor decidimos sentarnos y la idea no pudo ser más acertada.
Empezamos con una ensalada tropical típica de la zona, con una gran variedad de frutas a cual más fresca y sabrosa. Manzana, Kiwi, naranjas, aguacate, frutos rojos y unos exquisitos langostinos cocidos capaces de satisfacer los paladares más exigentes, todo ello aderezado con una mayonesa o salsa rosa. Destacar el sabor de los dátiles que nos supo a poco.
A continuación nos pedimos un plato de puntillitas de la zona, esos calamares pequeños que tenían una textura, sabor y fritura exquita.
Como la cosa iba de probar pescado nos entretuvimos con un exquisito atún rojo con soja y guarnición de patatas, pimientas y berenjenas, así como con un exquisito pulpo de la zona, hecho a la brasa, en frío y acompañado por cebollitas y ajo.
Mencionar que estos platos fueron maridados con unos exquisitos vermouths artesanos de entrada así como con dos botellas de vino blanco de uva verdejo. Para finalizar terminamos con una tarta de chocolate que si bien no era casera si que estaba bastante buena y unos cafés tras los que los camareros nos obsequiaron con el típico chupito de la casa. Todo exquisito y un precio más que razonable ya que nos fuimos los cuatro comensales pagando un total de 104 euros. Sin duda repetiremos si volvemos por la zona.